La medicina moderna no falla por falta de posibilidades sino por el concepto sobre el que basa su actuación.
Muy habitual es que responda sólo a criterios de funcionalidad y eficacia. Y esta forma de actuar es (fiel reflejo de la sociedad en la que vivimos) inhumana. Pretende abordar al ser humano como si de una máquina se tratara en vez del complejo y a la vez maravilloso sistema cuerpo-mente-alma que somos.
La enfermedad es un desorden o pérdida de armonía dentro de ese sistema cuerpo-mente-alma que se manifiesta a través de uno o varios síntomas.
Síntoma es aquella señal que el cuerpo utiliza para reclamar atención, interés y/o energía para ser cuidado (queramos o no).
Bajo esta perspectiva, la lucha contra la enfermedad (y por tanto contra los síntomas) no tiene sentido. La lucha no lleva a ningún lugar más que al sufrimiento y consumo de nuestros recursos. Merecería mucho más la pena escuchar lo que la enfermedad y sus síntomas quieren contarnos. Es la única forma de comprender y avanzar en la dirección que lleva hacia el propio conocimiento y crecimiento.
Tratar de eliminar los síntomas antes de descubrir para qué han aparecido, es como matar al mensajero que trae una importante noticia que necesitas recibir. Matando al mensajero sólo retrasarás la llegada del mensaje que necesitas escuchar para hacer cambios en tu vida.
Ha llegado el momento de ver la propia enfermedad y la de nuestros semejantes de modo distinto a como la hemos visto hasta ahora. Y para ello debemos desarrollar la facultad de interpretar los síntomas de un modo nuevo y más coherente al propósito de los mismos.
Hasta ahora, el método de trabajo de la medicina convencional ha fracasado porque cree que eliminando las causas podrá impedir la aparición de la enfermedad. Nos olvidamos que es tan inevitable y necesaria como la muerte que (queramos o no) encontrará nuevas formas de manifestarse llegado el momento.
Quiero dejar claro que todo lo anteriormente mencionado no niega la existencia de los procesos físicos y químicos estudiados por la medicina académica. Sólo pone en entredicho la afirmación de que únicamente estos procesos son la causa de la enfermedad.
Dentro de cada ser humano hay una parte que es independiente del tiempo: el alma o, también llamado, el ser.
La trayectoria vital de cada individuo es el camino que le lleva a encontrarse con esta parte de sí mismo. Cosa que requiere «tiempo», aunque haya estado ahí desde el principio.
En este camino hacia el autoconocimiento continuamente surgen obstáculos y espejismo, zonas o partes de nosotros mismos que no podemos o no queremos ver. A estas partes no asumidas las llamamos “sombra”.
El ser humano es verdugo y víctima a la vez.
Esta afirmación no es un juicio de valor, pues sólo el “iluminado” carece de sombra, más bien tiene por objeto protegerlo de la aberración de sentirse víctima de las circunstancias, ya que con ello el enfermo se roba a sí mismo la posibilidad de transformación. Ni los virus ni las radiaciones provocan enfermedad, más bien ayudan a los seres humanos a expresar la enfermedad, igual que ni los colores ni el lienzo hacen el cuadro sino que el artista los utiliza como medios para realizar su pintura.
Texto inspirado de la lectura del libro «LA ENFERMEDAD COMO CAMINO»