Vivimos en una sociedad en la que la palabra enfermedad es un concepto negativo cuando en realidad la enfermedad es la forma que tiene nuestra unidad cuerpo-mente-energía de salvarnos de nosotros mismos.
Has oído bien, de nosotros mismos.
Me atrevo a decir que el 90% de las enfermedades actuales tienen un origen emocional. El otro 10% podríamos atribuirlo a desequilibrios en la alimentación y/o accidentes físicos.
Cuando sentimos una emoción, nuestro sistema nervioso segrega una gran cantidad de sustancias químicas que van directas al torrente sanguíneo y que, una vez llegan a sus receptores diana, desencadenan el resto de reacciones en el cuerpo.
No importa cuales sean los resultados de estas reacciones, lo que importa es conocer el peldaño anterior, el punto de partida real y clave de este proceso. Para ello debemos ir un paso más atrás y saber qué es lo que genera la emoción.
Lo que precede a la emoción es siempre un pensamiento. La emoción que has sentido es la consecuencia de lo que has pensado, y lo que piensas es a su vez la consecuencia de las gafas que lleves en ese momento puestas para ver e interpretar lo que está sucediendo.
Podrás imaginar que hay que ser muy rápido para darse cuenta. En muchos casos esos pensamientos pasan sólo por nuestro inconsciente y, al no ser conscientes de ellos, nunca podremos asociarlos con lo que es más evidente y perdura más en el tiempo, la emoción.
Debemos dejar claro que las emociones son reales, ¡y tanto que lo son! Es importante entender que la solución no es negar la emoción, obviarla o taparla. Hacerlo sería igual que negarse a la vida, igual que obviar o bloquear la enorme variedad de sensaciones y experiencias que vamos a poder experimentar por el simple hecho de estar vivos. Lo ideal es, por tanto, escucharlas, aprender de todas ellas e integrarlas.
Entrenar para aumentar la velocidad a la que escuchamos nuestros pensamientos es la clave. Sólo cuando eres igual de rápido o más que algo es cuando puedes percibirlo o verlo, es una ley física. A veces nos olvidamos de que las Leyes que rigen la materia nos afectan igualmente. Esa ley por tanto, es aplicable a nosotros mismos y a nuestras mentes.
¿Cuál es el mejor entrenamiento para aumentar nuestra velocidad de percepción?
MEDITACIÓN.
Gracias a ella aumentamos nuestra interocepción y los tiempos de pausa entre el estímulo y la respuesta (pensamiento y emoción), lo que nos va a permitir:
- Darnos cuenta.
- Cambiar nuestra reacción en el caso de que ésta no esté acorde con nuestros valores más primigenios.
Prácticamente todas las enfermedades tienen por tanto su origen en esas milésimas de segundo en las que tu mente, tras recibir la información que le llega a través de los órganos de los sentidos (al oír, ver, oler, saborear y/o tocar) genera un pensamiento.
La intensidad de la emoción además, va a determinar la intensidad en la que ésta se expresa en el cuerpo si no ha sido atendida, entendida y acogida; y el tipo de emoción va a determinar el lugar del cuerpo en el que se va a manifestar el desequilibrio o enfermedad.
No es magia ni esoterismo. Es ciencia, y cada día podemos conocer más.
Después de lo anterior, te invito a que comiences a meditar, a que inviertas en ti 20 minutos de calidad, por y para ti al día.
Si no conoces ninguna técnica, puedes escuchar en mi canal de Ivoox SHENSARA SALUD , meditaciones guiadas y clases gratis. Espero que te sirvan de ayuda.